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viernes, 8 de octubre de 2010

Educación popular y proyecto de país.


Por Mario Almirón
Secretario General SADOP Córdoba
1. La educación popular
Desde nuestra perspectiva, la educación popular es un eje alrededor del cual deben girar los pensamientos y propuestas de quienes actuamos en el campo de la cultura y la enseñanza con la finalidad de construir una sociedad más justa.
Como ocurre con otros términos, la expresión “educación popular” exige algunas precisiones. Aquí la utilizamos con el sentido y alcance que le da Gustavo Cirigliano: “…la educación en un P.N., en el cual el pueblo fuera sujeto del P.N. …” #
Vista desde éste ángulo, la educación popular supone un protagonismo central del pueblo. No se trata de la educación “para el pueblo”, propia del enfoque sarmientino, equivalente a “instrucción pública”. En dicho enfoque (que tiene continuadores en la actualidad), el pueblo “recibe” educación, pero no es protagonista de la construcción de los saberes.
La educación popular, por el contrario supone que el pueblo, entendido como “…comunidad de persona…”# donde todos son sujetos con igualdad de derechos y posibilidades, es protagonista porque reclama no ser simplemente el beneficiario de algo decidido por otros y “terminado”. El pueblo es el “sujeto plural” que se realiza en conjunto con los demás.

2.- Sobre el Proyecto de País.
Ninguna propuesta seria sobre el sistema educativo nacional puede obviar la necesidad de definir un Proyecto de País, como paso previo a su diseño. El desarrollo autónomo, soberano y libre de nuestra Argentina exige no una copia o adaptación a modelos de otros países, sino la construcción de una propuesta propia.
En los últimos años nuestra Nación vive un proceso de des/conexión (ruptura con la sumisión al Norte) de las políticas económicas, sociales y culturales impuestas por los centros de poder globalizantes.
Ese camino y su direccionalidad son saludables. Aún con sus contradicciones y retrocesos, muestran una voluntad previa trascendente: dejar de ser un pueblo oprimido y pasar a ser un pueblo libre.
El perfil de país necesita precisarse aún mucho más. También precisa ser querido y asumido por el pueblo.

Usamos deliberadamente la palabra “pueblo”, para diferenciarla de “la gente”. Esta expresión – propia del neo/liberalismo – silencia tres cuestiones fundamentales: a – que el pueblo es: “comunidad de personas” con derechos, conciencia crítica y voluntad de lucha; b – que en la “gente” se diluyen las contradicciones de la sociedad: patrón/trabajador; ricos/pobres; sujetos con decisión/ marginados; oprimidos/opresores; y c – que en el lenguaje de los Medios Masivos de Comunicación, la palabra “gente” es uno de los tantos artificios utilizados intencionalmente para manipular la verdad.
Desde el campo educativo, debemos exigir que se defina el Proyecto de País, tanto como participar – como parte del pueblo – de esa definición.
Sin esa brújula que nos marque el camino a seguir será complejo – o imposible – arribar al puerto deseado.
En diciembre de 2006 el Congreso sancionó la ley de Educación Nacional 26.206, la que constituye un marco jurídico interesante, dentro del cual pueden llevarse a cabo acciones que mejoren la educación de nuestro país.
Pero nunca las normas alcanzan – por sí mismas – para trasformar la realidad. Tampoco es suficiente con la sola acción del Estado.
Para que la Ley de Educación sea un instrumento al servicio de la educación popular es necesario llenarla de contenido. Acuerdos en materia de política educacional y convenios laborales entre empleadores y trabajadores de la educación. Mejora del salario y condiciones laborales de los docentes; adecuación de los contenidos de la enseñanza al Proyecto de País; participación de los padres; efectiva regulación de los MMCS; apoyos económicos a los más necesitados.
En definitiva, docentes, auxiliares, alumnos y padres, sujetos y no objetos de un proyecto educativo.
2. El financiamiento educativo
Si el sujeto del sistema educativo es el pueblo y no una elite; debe plantearse la necesaria “justicia de las oportunidades para todos”. Aspiramos a un diseño de país para todos sus habitantes y no para unos pocos.
El efectivo goce del derecho a la educación para todos, universal, exige acciones positivas del Estado encaminadas a remover los obstáculos que se presentan en el plano de la realidad.
No basta con que una norma reconozca el derecho de las personas a educarse. “todos tienen derecho a la educación, proclamó la declaración Universal de los derechos Humanos en 1948. Cincuenta años después había 938 millones de analfabetos…de ellos 42 millones eran latinoamericanos.”#
3. El rol de los docentes
Finalmente, una reflexión sobre el papel de los docentes en este contexto. Nuestra tarea es enseñar. Si recurrimos a la etimología de esa palabra, “enseñar” viene de “…insignare”, literalmente colocar un signo, colocar un ejemplo…”#. Es lo contrario a “resignar”, que alude a romper el sello, conformarse y renunciar.
Los docentes debemos seguir “colocando signos”. En una sociedad colmada de descreimiento es imprescindible que hagamos oír nuestra voz. Como nos enseño Paulo Freire: “la historia no se acabó, sigue viva y es de lucha”. Hay que “reconstruir la esperanza” y “reinventar la forma de pelear pero jamás dejar de pelear”#.

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